El domingo día 9 estuve en Faunia,que es algo así como un parque temático pero con animales (un zoo pero con mejor marketing,básicamente).Y lo que vi allí me hizo reflexionar un poco sobre la forma que tenemos de entender el amor por los animales.¿Realmente creemos que vamos a enseñarle a los niños a respetar y amar la naturaleza si la tenemos enjaulada y permanentemente expuesta a nuestra fascinada exigencia de atención?
Francamente,si yo fuera un animal de zoo estaría maquinando la forma de borrarnos de la faz del planeta.Pasar 12 horas al día expuesto a la conversación ruidosa de los paseantes,los golpes en el cristal,los flashes de las cámaras,etc. debe de ser sumamente estresante.No me entiendan mal,amo a los animales y siento que es un privilegio poder tocar un lémur o darle de comer a tucán;pero no me parece justo ni necesario sacarlos de su hábitat natural y someterlos al estrés de vivir de cara a un público poco a nada respetuoso.Joder si hasta había gente fumando y que tenía la poca vergüenza de tirar colillas...
Si queremos que los niños aprendan a querer a los animales lo mejor que se puede hacer es concederles el placer de tener una mascota,y he dicho placer,no capricho: tener una mascota no es jugar con ella y desentenderse luego de la responsabilidad que conlleva.Enséñale a un niño a querer y cuidar de un animal,y dificilmente será cruel el día de mañana con los animales,seas cuales sean.No me parece que llevarles a un zoo y darles la noción de que está bien tener encerrada a la fauna salvaje sea lo correcto.Y desde luego no sé qué pintan bebés de dos meses en carrito yendo a estos sitios,es como lo de llevar niños de teta a ver pasos de Semana Santa,no se van a enterar de un carajo,estás molestando a los demás y estresando al crío.
Así que en resumidas cuentas,mi opinión de estos parques puede resumirse en que si bien me lo pasé teta viendo animalicos,prefiero mil veces no poder verlos y saber que están felizmente viviendo en su hábitat natural o algo muy parecido sin que nadie los incordie.
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